miércoles, 23 de marzo de 2011

Me lo dijo Pepe O..R..

Un exemple à suivre .............................................. Un ejemplo a seguir
1. Il n'y aura pas de programmes en langues étrangères dans les écoles. No habrá programas de lenguas extranjeras en las escuelas. 2. Toutes les annonces du gouvernement et les élections se dérouleront dans la langue nationale. Todos los anuncios del gobierno y las elecciones se desarrollaran en lengua nacional. 3. Toutes les questions administratives auront lieu dans notre langue. Todas las cuestiones administrativas tendrán lugar en nuestra lengua. 4. Les étrangers ne seront pas un fardeau pour les contribuables. Pas de sécurité sociale, pas d'indemnité de repas, pas de soins de santé ou tout autre avantage public ne seront accordé. Tout abus provoquera l'expulsion Los extranjeros no serán una carga para los contribuyentes. No tendrán seguridad social, ni indemnización para comidas, no tendrán asistencia sanitaria, ninguna otra ventaja pública le será acordada. Cualquier abuso provocará su expulsión. 5. Les étrangers peuvent investir dans ce pays, mais le montant doit s'élever au minimum à 40.000 fois la moyenne journalière de subsistance. Los extrajeros podrán invertir en este país, pero el importe mínimo tendrá que ser igual a 40.000 veces el salario mínimo.
6. Si les étrangers achètent de l'immobilier, les possibilités sont limitées. Certains terrains, en particulier les biens immobiliers disposants d'accès à l'eau courante, seront réservées pour les citoyens nés ici. Si los extranjeros compran bienes inmuebles, sus posibilidades están limitadas. Ciertos terrenos, en particular bienes inmuebles que tengan acceso al agua corriente, serán reservados para los ciudadanos nacidos aquí. 7. Les étrangers ne peuvent pas protester chez nous. Aucune manifestation, aucune utilisation d'un drapeau étranger, aucune organisation politique. Aucune calomnie sur notre pays, le gouvernement et sa politique. Toute violation conduira à l'expulsion Los extranjeros no puede protestar en nuestro país. Ningún tipo de manifestación, ninguna utilización de una bandera extranjera, ninguna organización política. Ninguna calumnia dirigida hacia nuestro país, el gobierno y su política. Toda violación conducirá a la expulsión.
8. Si quelqu'un pénètre dans ce pays illégalement, il sera traqué sans merci. Arrêté, il sera détenu jusqu'à ce qu'il soit expulsé. Tous ses biens sont saisis. Si alguien penetra a este país ilegalmente, será acosado sin piedad. Detenido, y retenido hasta que sea expulsado. Todos sus bienes será, confiscados.
Les règles ci-dessus sont les règles d'immigration en vigueur en Arabie Saoudite et dans les Émirats Arabes Unis Los artículos arriba detallados, son las reglas de inmigración vigente en Arabia Saudita y en Emiratos Árabes Unidos Falta en esta relacion, entre otras cosas, que si el extranjero lleva algun objeto religioso por la calle sera golpeado por los guardianes religiosos y explusado del pais.

jueves, 10 de marzo de 2011

Me lo dijo Dolors A. (Islandia)

El pueblo no sólo se harta en las dictaduras desérticas
[SIN NOTICIAS DE ISLANDIA: Por favor, distribuirlo a todos vuestros contactos. Que se sepa. Nosotros tenenmos el poder. Si alguien cree que no hay censura en la actualidad, que me diga si así como se ha sabido todo lo que pasa en Egipto, porque los periódicos no han dicho nada de nada sobre lo que pasa en Islandia : En Islandia, el pueblo ha hecho dimitir a un gobierno al completo, se nacionalizaron los principales bancos, se decidió no pagar la deuda que estos han creado con Gran Bretaña y Holanda a causa de su mala política financiera y se acaba de crear una asamblea popular para reescribir su constitución. Y todo ello de forma pacífica. Toda una revolución contra el poder que nos ha conducido hasta la crisis actual. He aquí, por qué no se han dado a conocer hechos durante dos años : ¿Qué pasaría si el resto de ciudadanos europeos tomaran ejemplo? Esta es, brevemente, la historia de los hechos: 2008. Se nacionaliza el principal banco del país. La moneda se desploma, la bolsa suspende su actividad. El país está en bancarrota. 2009. Las protestas ciudadanas frente al parlamento logran que se convoquen elecciones anticipadas y provocan la dimisión del Primer Ministro, y de todo su gobierno en bloque. Continúa la pésima situación económica del país. Mediante una ley se propone la devolución de la deuda a GB y Holanda mediante el pago de 3.500 millones de euros, suma que pagarán todos las familias islandesas mensualmente durante los próximos 15 años al 5,5% de interés. 2010. La gente se vuelve a echar a la calle y solicita someter la ley a referéndum.En enero de 2010 el Presidente, se niega a ratificarla y anuncia que habrá consulta popular. En marzo se celebra el referéndum y el NO al pago de la deuda arrasa con un 93% de los votos. A todo esto, el gobierno ha iniciado una investigación para dirimir jurídicamente las responsabilidades de la crisis. Comienzan las detenciones de varios banqueros y altos ejecutivos. La Interpol dicta una orden, y todos los banqueros implicados, abandonan el país. En este contexto de crisis, se elige una asamblea para redactar una nueva constitución que recoja las lecciones aprendidas de la crisis y que sustituya a la actual, una copia de la constitución danesa.Para ello, se recurre directamente al pueblo soberano. Se eligen 25 ciudadanos sin filiación política de los 522 que se han presentado a las candidaturas, para lo cual sólo era necesario ser mayor de edad y tener el apoyo de 30 personas.La asamblea constitucional comenzará su trabajo en febrero de 2011 y presentará un proyecto de carta magna a partir de las recomendaciones consensuadas en distintas asambleas que se celebrarán por todo el país.Deberá ser aprobada por el actual Parlamento y por el que se constituya tras las próximas elecciones legislativas. Esta es la breve historia de la Revolución Islandesa: dimisión de todo un gobierno en bloque, nacionalización de la banca, referéndum para que el pueblo decida sobre las decisiones económicas trascendentales, encarcelación de responsables de la crisis y reescritura de la constitución por los ciudadanos. ¿Se nos ha hablado de esto en los medios de comunicación europeos?¿Se ha comentado en las tertulias políticas radiofónicas?¿Se han visto imágenes de los hechos por la TV? Claro que no. El pueblo islandés ha sabido dar una lección a toda Europa, plantándole cara al sistema y dando una lección de democracia al resto del mundo.

-- Una abraçada Dolors ]

martes, 8 de marzo de 2011

Me lo dije yo: el espacio concentracionario

Hacía tiempo que no sabía de él, aunque aún recuerdo con envidia su aventura juvenil con Leontina, y me agrada mucho haber tenido de nuevo contacto aunque sea telefónico con un amigo que trae razón de 1996. No sé ahora al hilo de que tema de conversación por qué me preguntaba si había tratado el tema del Holocausto, y le comenté que lo traté hace unos años, por ello recupero para mi lo que desinteresadamente escribí en otro espacio en abril de 2007.



.... el espacio concentracionario [El espacio es probablemente una realidad más difícil de aprehender que la noción de territorio, que casi implica por sí misma unas coordenadas o una localización, o por decirlo de otra manera, una realidad física o geográfica. El espacio, en cambio, admite una noción del más allá, onírica e incluso virtual. Reparemos en una u otra noción tan próximas y que mutuamente se alimentan (espacio / territorio). Lo cierto es que ambas, pero más el espacio, admiten una visión poliédrica, ya que en todo caso la referencia al Espacio parece que obliga a fijar también la coordenada Tiempo. El juego de ambos da de sí para lanzarse a muchas elucubraciones. Un enfoque que creo puede verse del espacio es aquel en que el mismo se convierte en el claustro del horror, y no me refiero al claro y acotado caso del mundo carcelario, sino al espacio opresivo, no reducido a unos muros, sino al gueto, al barrio, a la ciudad o al país. Abundan mucho en la literatura esas narraciones opresivas y asfixiantes en que los protagonistas están atados y adscritos forzosamente a un espacio, no necesariamente carcelario, pero que funciona como un gran campo de concentración. Unas veces quieren salir y no pueden, y otras, queriendo permanecer en su solar, son expulsados de sus casas, sus ciudades y finalmente deportados de su país. En realidad sólo pensamos en la libertad ambulatoria cuando carecemos de ella, y seguramente será la primera libertad del humano y la única del animal. Decimos "recobró la libertad", y queremos decir con ello que recobró la libertad ambulatoria, es decir, que volvió a poder ir de aquí para allá, o no ir a ningún lado. Me viene a la memoria más de un libro húngaro muy a propósito de esta sensación del espacio como ámbito de atadura o reclusión, o de lo contrario, de expulsión de él. Algunos son claramente concentracionarios. Por ejemplo "Sin destino", de nuestro Nóbel Imre Kertész; o más aún "Guarniciones en Siberia", de Rodion Markovits, publicado en español en 1931 por la editorial Mundial; o incluso el de Ferenc Imrey, "Sangre y nieve", publicado en español por la editorial Aguilar en 1930, estos dos últimos referidos a los prisioneros de guerra húngaros de la I Guerra Mundial. Pero la idea concentracionaria de espacio opresivo sin necesidad de un espacio edificado, vallado, campo o lager creo que se trasmite especialmente bien en "El distrito Sinistra" de Ádam Bodor (editorial Acantilado, 2003) y más aún en "Nueve maletas", de Béla Zsolt (editorial Taurus, 2003). Toda la obra representa el prólogo, o los preparativos, hacia el campo de concentración, por lo que tu ciudad y tu país, de donde vas a ser expulsado, se convierten en el vestíbulo del exterminio. Así, la obra, con magistral claridad, transmite al lector una subjetiva dualidad espacial; en la que un mismo espacio, una misma ciudad, es escenario de libertad y normalidad para unos y escenario de preparación del horror para otros, que hasta hace poco disfrutaban de esa misma y ahora opuesta percepción de libertad. Esa dualidad o interferencia espacial produce un contraste que desasosiega todavía más al lector, mucho más que en el caso de un único escenario concentracionario para todos igual como sería el caso de "Guarniciones en Siberia" o de "Sangre y nieve". Lo terrible del gueto es que tu ciudad, tu espacio, se convierte en un espacio concentracionario. Pero en estas dos últimas obras, el espacio concentracionario está lejos, en otro país, en territorio enemigo, por lo que en este segundo tratamiento siempre cabe añorar tu país, tu ciudad, tu espacio habitual, como ámbitos y escenarios de la libertad, que aún existe y aún se puede recuperar. ¿Pero qué evocación y ensueño cabe hacer si tu espacio de siempre, por reclusión o expulsión, es el opresivo? Un repaso de la obra de Zsolt nos hará sentir esa contraposición o coexistencia en un mismo espacio. Espacio del que sufre la persecución, del que la promueve, del que la consiente y del que la observa horrorizado. El relato del húngaro Béla Zsolt no pretende ser un cuadro de horrores y de masacre, la historia que narra, y en la que se evidencia el carácter autobiográfico, es la historia de su país en aquellos años, y es la historia de su autor en ese contexto. La excusa o pretexto de la narración es el genocidio, que viene compuesta de relatos, que por su peso y extensión dejan de ser anecdóticos para formar parte importante de la historia. La obra, siendo literatura del holocausto, es más que eso. No desaparece en ningún momento la tensión dramática que el lector siente ante la partida hacia el campo de exterminio, que se espera de un momento a otro. La deportación expectante se mantiene toda la obra, ya que no se realiza de una sola vez, sino en 4 ó 5 veces, hasta completar todos los judíos de Nagyvarad. La historia parte ya del internamiento en el gueto a la espera de la deportación; y son las vicisitudes diarias las que el autor va narrando, así como hechos anteriores que nuestro protagonista va contando a otro interno, antecedentes de lo que está pasando, y que se refieren en gran parte a su etapa de trabajador forzado en Ucrania, en esa misma guerra. Como en muchos relatos autobiográficos el narrador no repara en todos los eslabones del iter narrativo que al lector le asaltan. Pudiera pensarse que la obra está inacabada. De hecho el autor enfermó antes de la publicación completa de las entregas y ya nunca se recuperó. La obra sufrió así un brusco final. No sabemos pues si Zsolt hubiese continuado la narración, lo más probable es que sí, sea como fuere, en lo escrito y publicado se advierte enseguida la ausencia de explicaciones esenciales, omitidas adrede por el autor. A saber: el episodio por el que de nuevo fueron apresados él y su mujer tras escapar del gueto y huir a Budapest, y las circunstancias de como después de ser finalmente deportados, no lo son a un campo de exterminio y son evacuados por los propios miembros de las SS a Suiza. ¿Se debió al pago de rescate? No sabemos si a esto o a su condición de intelectual. La suerte que padecieron algunas comunidades judías durante el holocausto tuvo mayor carga de dramatismo y de pérdida de identidad y desarraigo en aquellas poblaciones, cuyos gobiernos fueron aliados de la Alemania hitleriana. Al dolor de la persecución habían de sumar el de ver que su propio país-espacio no era un mero territorio ocupado y sometido, sino que participaba como aliado de esa política de exterminio, minados de partidos políticos que compartían el ideario genocida. Es la perdida de identidad con el propio país-espacio, en la que el perseguido, exhausto de tanta persecución, y desolado por la masacre de bebés y ancianas judías exclama: "¿Cómo puedo yo creer todavía en este país.?", término éste que no tiene poca enjundia pues no se reduce solo a un gobierno, se refiere más a todo un pueblo, a una nación; a un espacio más que a un gobierno de turno, como si los perseguidores fuesen todo el país, encabezados por el gobierno, y el país-espacio fuese cómplice del holocausto. Pero es también el perseguidor, o su cómplice, el que niega su pertenencia al pueblo-espacio, como se ve en ese pasaje en que se encuentra con un conocido, cruz flechada, y éste habla al protagonista diciendo "...nosotros los húngaros..." Esa identidad de la víctima tiene claramente una vertiente espacial-territorial de afección a un suelo, "quiero irme a casa", le dice la esposa cuando estando en Francia estalla la guerra, "..yo soy una dama de la burguesía y mis padres y mi hija están allí." Es un atavismo de reagrupamiento en el espacio familiar que de nuevo se ve más adelante cuando nuestro narrador puede aún huir de casa para ponerse a salvo, pero suelta a su familia un "no me voy", "no te imaginarás que voy a abandonaros a todos justamente ahora". Permanencia en la unión, que el propio autor consideraba peligrosa, sabiendo que más de una familia había caído así al completo. Permanecía junto a ella no por amor sino por el principio de no abandonarla en situación de peligro y "de estar juntos en medio de la tragedia que nos esperaba". Y más dramático aún resulta la desesperación en la que cae la esposa cuando habiendo eludido ella la deportación, pero no la de su hija y de sus padres, exigía que la metiesen en un " tren y la llevasen con su familia".El Estado les ha traicionado, "es como si mi madre me hubiese echado veneno", "pero seguía siendo incapaz de cambiar mi patria por otra". El autor tiene un alcance particular en la extensión de la identidad con otras víctimas, y para él son "miembros de mi tribu" los que viajan conmigo, los que se encuentran conmigo en una misma situación y los que comparten mi destino. Víctimas y verdugos, genocidas y masacrados; no son los únicos personajes del drama, hay más, esa masa gris, egoísta y envidiosa que aplaude o calla ante el desfile de los deportados, las variables damas de la ciudad que envidiaban a las judías. Luego están los que, sin ser masacrados, abominan la masacre pero no son objeto de la misma. Alzan la voz sin éxito y son acallados; o con gestos de solidaridad levantan el ánimo de los internos del gueto; como ese personaje que lanza pequeñas ofrendas a su interior; o de ese otro que discute con el indeseable herrero, uniformado todo el día de cruz flechada, y que en su puesto frente al gueto vigila que nadie se acerque, respondiendo que a él nadie le da lecciones de patriotismo o cristianismo. Y por supuesto, los médicos del gueto, cómplices de la simulación de la enfermedad de nuestros protagonistas para conseguir aplazar la deportación y finalmente escapar. En este cuarto grupo de personajes está el funcionario leal a su trabajo, que si bien parece solidario con los perseguidos, lo es ante todo con la legalidad que representa y que quiere hacer cumplir. Es ese funcionario del Registro Civil empeñado en registrar los fallecimientos del gueto, que recurre al alcalde para salvar una función, sin darse cuenta que ya la barbarie la ha destruido. La persecución lleva a una progresiva pérdida de los rasgos de identidad espacial de las víctimas, "...no teníamos patria, no teníamos ni casa, ni dirección postal, no teníamos ninguna pertenencia en absoluto. Nosotros ya no tenemos ni nombre, moriremos con nombres prestados." Un aspecto de deshumanización de la víctima en su esfera más espacial se ve, cuando el perseguido, al que en un gesto de piedad el guardián le anima a huir tras realizar el enterramiento de cadáveres, escapa pero vuelve sobre sus pasos y regresa a la columna de prisioneros para volver al gueto. Los episodios de arrepentimiento de una libertad esbozada el autor los relata también al referirse al tiempo de trabajador forzado en Ucrania y que en acertadísima metáfora describe: "El perro, cuando su dueño le pega, se escapa de su casa, pero aunque llegue al bosque, no se queda allí por más que sus antepasados fueran los lobos. El perro vuelve a su casa, con la esperanza de que no le vayan a pegar demasiado, de que lo vuelvan a atar a su cadena y de que le den un hueso para roer". El proceso de deshumanización de las víctimas tiene un leve punto de inflexión en el malestar de la población restante, que empieza a horrorizarse ante el comienzo de las deportaciones. A esa población no judía les bastaba con ver expulsar a los judíos de sus casas, de sus trabajos y de la vida pública, pero la deportación, de donde seguramente no volverían, era demasiado. ¿Arrepentimiento o miedo a tener que rendir cuentas? Parece que las dos cosas, ya que las deportaciones que se comentan datan de mediados de 1944, fecha en la que ya en Hungría se veía perdida la guerra y una cercana invasión aliada, fundamentalmente rusa. ]

miércoles, 2 de marzo de 2011

Me lo dije yo: in memoriam de Frank Woodruff Buckles


En abril de 2007 en un foro/blog con vocación de revista digital quincenal y no sin la indignación de alguno dije esto a propósito del voluntariado, hoy lo traigo aquí in memoriam al haber fallecido el último combatiente de la I GM, cuando precisamente el otro día me preguntaba yo a mi mismo cuantos centenarios de aquella contienda quedarían, mi artículo viene a cuento porque hablo de ese voluntariado que lo es antes de que la edad le obligue :



Frank Woodruff Buckles Nacido el 1 de febrero de 1901 en Misuri, se presentó a varias oficinas de reclutamiento del Ejército de Estados Unidos después de que su país entrara en la Primera Guerra Mundial y logró enrolarse cuando tenía 16 años y medio de edad diciendo que tenía 18. También lucho en la Segunda Guerra Mundial, fue capturado por los japoneses en las islas Filipinas y estuvo prisionero durante 39 meses.{Noticia del ABC}


[Si preguntáramos hoy, en una encuesta, que se entiende por “voluntario”, probablemente, y en el ámbito de la sociedad europea, se nos contestaría mayoritariamente, que es el individuo que desinteresadamente y sin ánimo de lucro colabora o realiza una prestación de carácter social o benéfico en interés de la colectividad, o en un sentido más universal, en interés de la Humanidad. Pero esta definición, aunque creemos válida, no recoge lo que un siglo atrás, y algo menos, la palabra “voluntarios” significaba, y más aún evocaba.El voluntario de hace un siglo era, ante todo, el que comprometido con su país, en defensa del mismo, o comprometido con el ideario de una revolución o sublevación empuñaba las armas sin obligación legal de ello, dando la cara a la muerte y asumiendo, por tanto, el posible sacrificio de su vida.
Esta voluntariedad, ya que significa que no hay obligación o imposición de reclutamiento, necesariamente se ha de referir a jóvenes en edad premilitar, a adultos que ya han traspasado esa edad o a mujeres. Por centrarnos en alguien, y recabado el auxilio de la literatura, aludiremos sólo a los jóvenes. Cierto es que la sociedad europea ha ido renunciando a la ética y estética de una épica, o militarismo si se prefiere, que la condujeron a dos guerras mundiales, hitos significativos del desangrado solar europeo de la primera mitad del s. XX. Pero también es verdad que cualquier momento o episodio de la historia contemporánea se ubica en el tiempo en referencia a la I Guerra Mundial, a la época de entreguerras o a después de la II Guerra Mundial.
Son referencias ineludibles que acompañan las biografías de más de una generación, incluso las de aquellos que no participaron, o ni siquiera las sufrieron directamente. En un nivel similar se podría añadir la Guerra Civil Española de 1936-1939 o la Revolución Húngara de 1956. Sabedores del desastre a que puede conducir el culto a lo épico, la cuestión es reconsiderar la conveniencia de mantener, aunque sea como brasas o rescoldos, cierto espíritu de entrega, que en un momento determinado y necesario, permita el sacrificio por la comunidad. Y ello no sólo porque estrictamente sea necesario, sino también por respeto, homenaje o recuerdo a aquellas generaciones de jóvenes, que generosamente se ofrecieron, hasta las últimas consecuencias, en defensa de su país o de sus ideales, constituyendo el basamento, más o menos próximo, de nuestra sociedad actual.
Evidentemente la paz es un valor supremo, pero nadie destruye las vacunas de una enfermedad que aún no ha desaparecido, y la belicosidad de los humanos seguramente no se solucione con el culto a un pacifismo, que llegado el momento, no sepa plantar cara al atropello y al horror. Esa llamada cultura de la paz, que en su exacerbación máxima conduce al ridículo de desmantelar museos militares, y destruir monumentos a los caídos, ha sido probablemente la causante de que en la última sangría europea, la de la antigua Yugoslavia, se produjese una de las más vergonzosas y bochornosas situaciones, la intervención extra europea para quitar de en medio la inmundicia belicosa y criminal.
Ni los países, ni las civilizaciones, o si se quiere, ni las culturas, no pueden, ni deben, erradicar cierto espíritu épico o batallador, no necesariamente militarista, que llegado un momento permita el sacrificio, como precio por la salvaguarda de los ideales por los que vale la pena arriesgar la vida, aunque sea guardándolo en lo profundo del inconsciente social. Este espíritu de sacrificio es el que hubiese evitado alguna de las páginas negras de la historia militar reciente. Como por ejemplo, la del verano de 1995, en la que una fuerza militar europea entregó indefensa a toda una población civil, a cambio de unos pocos de sus soldados. En otras circunstancias, con otra mentalidad, hubiesen asumido el sacrificio, aunque probablemente tampoco así hubiesen impedido el genocidio de 8000 bosnios de Sbrenica a manos de los serbios.
Es frecuente que referenciemos nuestra biografía a episodios históricos mediáticamente significativos, los que forman parte fundamental de nuestra banda sonora, el decorado de nuestra vida. Recuerdo que durante mi adolescencia eran muy frecuentes en la televisión española las crónicas y reportajes sobre la guerra del Vietnam. Recuerdo especialmente una anécdota de aquella guerra que quedó definitivamente incorporada a mi historia personal. Corría el año 1972 y la noticia era que el ejército norteamericano había descubierto entre las filas de una de sus unidades combatientes a un soldado, que había falsificado sus datos personales. Él tenía tan sólo 14 años, y era “aquel voluntario” de mi misma edad. Para bien o para mal, desde ese momento empecé a ver como más próximo el conflicto y a vincular, aunque fuese por los pelos, a esa guerra con toda mi generación.Siempre me impresionó esa entrega juvenil, que sin tener aún obligación alguna, asume un compromiso voluntario en el que pone en juego su vida.
La literatura tiene abundantes ejemplos de ello. Reparo hoy, de memoria, en dos obras nuestras que en su momento se tradujeron al español. Una es “Muchachos en los tejados” de Tamás Szabó, publicada en Buenos aires en 1959 por editorial Ágora, y la otra, de Józsi Tóth, “Un puñado de tierra negra”, publicada en Barcelona en 1960 por la editorial Luís de Caralt. La primera es un relato autobiográfico de quien con 15 años participó en la revolución de 1956. El nombre es un seudónimo y desconocemos la identidad verdadera del protagonista. Al fracasar la revolución huyó a París donde escribió su relato. La otra obra es una novela, cuya narración arranca con la revolución comunista húngara de Béla Kun y llega, tras largo relato, a la revolución de 1956, donde de nuevo, los participantes en la misma son jóvenes voluntarios.He extraído, como ejemplo, una escena de la narración, acaecida en aquel otoño sangriento en las calles de Budapest, la conversación se desarrolla entre un adulto y un joven voluntario, no más que un adolescente:
“-Y no tienes miedo?- La primera vez que se me acercó un tanque sí que lo tuve, pero ya me he acostumbrado
-No querrás decir que tú también peleas?
-Pues claro. ¿Qué te creías tú entonces? –contesta el chiquillo con orgullo- En la plaza Széna ya me he cargado a dos tanques. (Lo dice con la misma naturalidad como si el destruir tanques fuera una tarea escolar de cada día)” (pág.439)
Pero anterior a esas dos narraciones, y tratándose de nuestro contexto europeo, no se puede prescindir de otra obra, en la que el autor no sólo relata su experiencia como combatiente voluntario en la I GM., sino que también agrega las reflexiones y pensamientos hechos a posteriori en su centenaria existencia. Ernst Jünger (1895-1998) había nacido bajo el signo de Aries un 29 de marzo en Heidelberg, y poco antes de cumplir 20 años marchó voluntario para el frente. Recogió sus memorias en varios relatos hasta que finalmente, en una edición española, se agruparon en una sola obra con el título “Tempestades de acero”, y que desde luego fue materia prima para la forja de su pensamiento posterior. En la nota aclaratoria de la edición señalada (Editorial Tusquets 1998) el traductor Andrés Pascual Sánchez no puede ser más expresivo para lo que estamos tratando: “Como tantos otros centenares de millares de adolescentes en casi todos los países, Ernst Jünger se presentó voluntario para acudir al frente el mismo día que estalló en Europa la guerra”; o como dice unas líneas más arriba, para la generación de Jünger esa guerra “...fue no sólo un suceso capital, sino el verdadero cimiento de sus existencias”.
Pero Jünger no sólo fue un voluntario, sino que fue un pensador más allá de sus memorias de guerra y le encontramos razonamientos que vienen muy al hilo. Vayamos a un ensayo imprescindible entre sus obras, “La emboscadura” (Editorial Tusquets, 3ª edición 2002).
Es una obra sin desperdicio: “La relación que la emboscadura mantiene con la libertad es más estrecha que la que con ella mantiene cualquier clase de armas; en la emboscadura está viva la originaria voluntad de resistir. De ahí que sólo serán aptos para ella los voluntarios. Estos se defenderán en cualquier caso, con independencia de que el Estado los prepare, arme o movilice o no haga ninguna de esas cosas. Los voluntarios dan con ello prueba de su libertad, lo hacen de manera existencial” (pág. 142). Este pensamiento tiene una proyección de más alcance y puede ser aplicable a momentos cotidianos de la vida y no sólo a los heroicos o convulsos, lo cual hace que sirva además de entrenamiento para los momentos más trágicos.
Seguramente el progreso moral y social de los pueblos precise de esa ética de sacrificio de los individuos que los componen, y que en modo alguno ha de encubrir o justificar al criminal; a lo que también alude Jünger cuando señala que el emboscado “...se diferencia claramente en su moralidad, en su modo de combatir, en la gente con que se trata, del criminal; también es importante que esa diferencia esté viva en su interior”(pág.155). Esta última sentencia es una prevención ardua que no se puede esquivar y que exige distanciarse de la barbarie y de los apóstoles de la violencia, que aprovechan los momentos heroicos de los pueblos para satisfacer sus instintos asesinos. Y sin olvidar esta alerta también nos valen retóricas semejantes a las que podemos exigir el mismo compromiso moral, como aquella que señalaba que el grado de peligro en que un hombre vive por su voluntad es la única medida de su grandeza. Sólo aquel que sabe jugarse el todo, puede ganar el infinito; sólo el que arriesga su propia vida, puede dar a su estrecha forma terrestre un valor infinito. “Fiat veritas, pereat vita, que importa que la vida perezca si se salva la verdad ”. (Nietzsche).
¿Qué son los voluntarios sino todo eso? ]